POR JUAN OMAR AGÜERO, PROFESOR TITULAR DE LA UNAM
En un año de elecciones y cambio de autoridades, reflexionó sobre la importancia estratégica de la UNaM , no sólo para la provincia, por ser su contexto más inmediato, sino para otras zonas y otros países latinoamericanos, ya que sus alumnos de grado y posgrado, docentes e investigadores, provienen de estas latitudes. Estas reflexiones se inscriben en la necesidad de repensar estratégicamente un nuevo proyecto de universidad, ya que "es necesario construir este proyecto, para reinventar la utopía, la ilusión y los sueños; para recuperar el rumbo del prestigio y la excelencia; para potenciar los aciertos y corregir los errores, como en cualquier obra humana; en fin, para “Volver a empezar” como dice la canción de Alejandro Lerner, a 37 años de aquel 16 de abril de 1973” .
El docente expresó que “este proyecto es necesario porque si bien 37 años no son muchos para una universidad tan joven, tampoco son pocos y no sé si hicimos lo necesario o al menos todo lo posible como universidad pública, en términos de aportar a la sociedad más de lo que recibimos en sueldos, honorarios, viáticos, dedicaciones exclusivas, en una provincia con la mayor parte de su población jaqueada por el hambre, la miseria, la explotación, la falta de trabajo, el trabajo en negro, la humillación de los políticos y las prebendas de los planes sociales: sin justicia, sin derecho, sin ciudadanía. Si se exige actualmente a cualquier empresa privada contar con un Plan de Responsabilidad Social Empresarial, imaginémonos la responsabilidad histórica, social y política de una Universidad Pública financiada con recursos aportados por toda la sociedad”, remarcó.
Poder e influencia
Agüero hizo hincapié en que “la historia nos enseña que las universidades siempre constituyeron ámbitos privilegiados de conocimiento y formación, y también que siempre respondieron a diversos intereses político-ideológicos y económicos en distintos momentos históricos. Es decir, siempre se vincularon al poder y ejercieron poder e influencia, basados precisamente en el saber y en el prestigio de quienes producen y distribuyen conocimiento. Si bien es un poder simbólico, siempre se encarnó en intereses político-ideológicos y económicos muy concretos. Históricamente, antes del surgimiento de los Estados Nacionales, este poder lo monopolizó la iglesia católica, para sus propios intereses. Con la Revolución Francesa y el surgimiento de las democracias liberales y los Estados Nacionales, las universidades se expanden y acompañan el desarrollo de la modernidad y el capitalismo industrial. Realizan dos tareas fundamentales: desarrollar la ciencia y la tecnología y formar a los ciudadanos, dirigentes y gobernantes”.
El profesor dijo que las universidades encarnan el proyecto político-ideológico y económico de la modernidad y realizan sus máximos ideales de razón, libertad y progreso de la humanidad. “En el país, estos ideales están presentes en la Revolución de Mayo y luego en el proyecto político-ideológico y económico de la Generación del 80. Estos hombres, en su mayoría, estaban formados en universidades, con estos ideales de razón, libertad y progreso. Sin embargo, las universidades eran sólo para unos pocos privilegiados que podían pagarlas y acceder a ellas. Se trataba de una pequeña minoría aristocrática, integrada sólo por hombres, ya que las mujeres no tenían acceso a los espacios de ejercicio del poder. Sin embargo, este modelo de universidad elitista y aristocrática, es jaqueado fuertemente con la llegada al poder de Hipólito Irigoyen, mediante el voto secreto y obligatorio establecido en 1912, aunque solamente para los hombres y no para las mujeres. El proyecto irigoyenista incorpora a las clases medias a la vida política y se encarna en las Universidades Públicas mediante la Reforma Universitaria de 1918, cuyos postulados aún permanecen vigentes: ingreso irrestricto, gratuidad de la enseñanza, autonomía, cogobierno universitario, concursos docentes transparentes y periódicos, libertad de cátedra. El proyecto irigoyenista, sin embargo, es atacado violentamente por la oligarquía reaccionaria, que no quería perder sus privilegios y se toma revancha en 1930, derrocando a Irigoyen con el golpe de Uriburu, primer golpe militar contra un gobierno democrático en Argentina; después vendrían otros, cada vez más nefastos y crueles”.
Proyecto político ideológico
Para el docente universitario, sin embargo, a partir del 17 de octubre de 1945, el proyecto irigoyenista es retomado y profundizado por Juan Domingo Perón y María Eva Duarte, que “incorporan a los trabajadores y a las mujeres a la vida política argentina. El nuevo proyecto político-ideológico y económico se encarna en las Universidades Públicas: justicia social, soberanía política e independencia económica. Los postulados de la Reforma del 18 se profundizan y las Universidades Públicas se llenan de contenido nacional y popular. Pero este proyecto justicialista también es atacado violentamente por la oligarquía reaccionaria. Los golpes militares se suceden en 1955 contra Perón, en 1962 contra Frondizi, en 1966 contra Illia y en 1976 contra la viuda de Perón. Las revanchas de la oligarquía son cada vez más violentas y las Universidades Públicas pagan un duro precio: cesantías de profesores, cierres de carreras y facultades, destierros de destacados científicos e investigadores y, obviamente, el genocidio de más de 30.000 argentinos, de los cuales un gran número eran universitarios.
La vuelta a la democracia a partir del 10 de diciembre de 1983 somete a las Universidades Públicas a nuevas revanchas de la oligarquía reaccionaria, pero esta vez encaramada en los gobiernos que aplicaron sistemáticamente el Programa neoliberal monetarista del Consenso de Washington y se arrodillaron ante el FMI, el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo y los grupos económicos locales fuertemente concentrados y transnacionalizados. Un documento de enero de 1991 del Banco Mundial, titulado “Argentina: reasignación de los recursos para el mejoramiento de la educación” fue la base de la Ley de Educación Superior, sancionada en la década de 1990, que hoy todavía rige a las universidades del país, como monumento al imperialismo cultural y prueba irrefutable de que todavía seguimos con el Proyecto político-ideológico y económico del Consenso de Washington, mal que nos pese y aunque nos llenemos de discursos supuestamente “progresistas” y de “centro-izquierda”. ¡Seguimos con la Ley Universitaria del Consenso de Washington! ¡Seguimos durmiendo con el enemigo! Las universidades públicas tienen una enorme importancia estratégica. Son instrumentos privilegiados de liberación y emancipación, pero también de opresión y dominación. Depende de para qué y para quién se ejerce el poder, depende del proyecto político-ideológico y económico encarnado en las universidades. No son neutras ni asépticas, tampoco los docentes, alumnos, investigadores y extensionistas, ni los funcionarios universitarios, sindicalistas y no docentes; todos somos actores y ejercemos poder, lo que debemos acordar en para qué y para quién un nuevo proyecto de universidad ”, resaltó Agüero.
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